Los cometas, sin entrar en detalles netamente científicos, son cuerpos celestes compuestos de agua, hielo seco, amoniaco, metano, hierro, sodio y silicatos. Los mismos provienen de los confines del sistema solar, la nube Oort y el Cinturón de Kuiper, ambos ubicados más allá del último planeta: Neptuno.
La fascinación por estas "bolas de nieve sucias" nació hace varios siglos debido a la espectacularidad de sus cola o cabellera. Hace ya varios años se descubrió que contienen una pequeña cantidad de "agua pesada", o sea, la mismísima agua de los océanos terrestres, y como si fuera poco, los choques que se produjeron en los inicios de la formación de los planetas trajeron a la Tierra la composición biológica necesario para la creación de la vida. Esto se debe a que los cometas poseen moléculas ricas en carbono.
El intercambio de materiales entre los astros es algo frecuente, y mucho más en el origen del sistema solar, donde la colisiones son hechos inevitables y necesarios para la formación de los planetas y, en el caso de la Tierra en particular, de la vida. Ahora bien, estos mismos cometas también colisionaron con otros planetas y lunas pero en ningún otro lugar del universo se detectó, hasta ahora, vida, ya sea inteligente o unicelular, esto se debe a que solo la Tierra posee la condiciones necesarias para la formación de vida, su distancia al sol, su masa, la atmósfera, la gravedad, etc. son todos elementos fundamentales para que las moléculas puedan desarrollarse y formar organismos unicelulares. Por eso, no sería descabellado pensar que cada uno de nosotros está compuesto por materiales provenientes del espacio, más precisamente de los cometas.
ISON, el próximo cometa que podrá verse a simple vista.

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